sábado, 29 de septiembre de 2012

EL SEÑOR CURA - POEMA


El señor cura

De un pueblo, a una Iglesia
Cierto día, penetró una pálida mujer
Con trabajo llegó a la sacristía, diciendo:
Al señor cura quiero ver.

Pasa, buena mujer – díjole el cura
A mis plantas no caigas de rodillas
Debes estar enferma de amargura
Para tener tan blancas la mejillas

Pero ven, pasa, siéntate, ¿estás cansada?
Algún dolor tu corazón oprime.
-Si padre, pues estoy excomulgada,
Es tan grande el pecado cometido
Y es tanto lo que debo confesar,
Que al sentirme morir, aquí he venido
Para ver si alguien me puede perdonar.

Pero no me llevéis hasta el santuario,
Dejadme aquí, mi voz se está extinguiendo,
Ya no es preciso del confesionario,
Pues vos, podréis mirar que estoy muriendo.

Ya caminar no puede mi cuerpo maltratado,
Ni siquiera llorar pueden mis ojos,
De ellos sólo dos cuevas han quedado,
Donde sólo reflejan despojos.

Miradme bien, pues voy a confesarme
Culpable del pecado cometido,
Todo comenzó por permitir besarme
De aquél que me hubo seducido.

Es la historia de siempre señor cura
Llega un hombre, nos seduce,
Y cuando hay existencia de ternura,
De la mano a un infierno nos conduce.

Más no es este el pecado,
Sino aquello que cometí por no encontrar cobijo,
Cobarde abandoné lo único bello,
Que la existencia nos da en forma de hijo.

Mis padres me expulsaron del hogar,
El pueblo entero me cerró las puertas,
Y no pude encontrar ningún lugar
Donde guardar mis esperanzas muertas.

Me refugié del campo en la maleza
Di a luz entre yerbas y zarzales,
Clamé al cielo, inclinando la cabeza,
Y mi hijo, durmió en los matorrales.

Mis ropas desgarré para arroparlo,
Lo quise alimentar inútilmente,
Me quise suicidar, a él matarlo,
Pero fui para el crimen impotente.

Con él en brazos regresé al hogar,
Para llevarlo al lado de mi madre,
No fue aceptado, pues iba a deshonrar
El buen nombre y la casa de mi padre.

Así vagué sin rumbo con mi hijo,
Y al sentirme del pueblo un mal ejemplo,
Abandoné a mi hijo en este pueblo.

Lo hice así, porque miré al pasar
Que salía toda la gente del rosario,
Solo él templo quedó, me puse a orar
Y a mi hijo abandoné en el santuario.

Al señor del calvario dije orando,
Mi hijo es inocente, yo pequé,
En tu casa señor lo estoy dejando
Con un papel que dice, soy José.

Igual que hoy,
Así salí de este lugar padre bendito,
Me tambalee al salir,
Porque sentí que estaba cometiendo un gran delito.

En la calle escuchaba el llanto de mi hijo,
Que tal vez por mí clamaba,
O era que llegó a sentir espanto,
Al mirar que su madre lo dejaba.

Pero no me volví,
Seguí de frente,
Dejando el corazón en mis pisadas,
Pensando que el destino era inclemente,
Sintiendo nublarse las miradas.

Cuantas cosas viví desde aquel día,
Infamias, vejaciones, amarguras,
Sedienta descubría algo de mi hijo
En las demás criaturas.

En los parques formábanse corrillos,
Haciendo comprender que estaba loca,
Pues con ansia le rogaba a los chiquillos,
Que me dieran algún beso de su boca.

Ya me voy a morir,
Y no he tenido la dicha de que mi hijo me besara,
El no me besará,
Pero he venido a morir, a donde a él lo abandonara.

Pedidle a Dios que me perdone,
Pedidle que haga al mundo más humano,
Para que así, una madre no abandone,
A su hijo para hundirse en el pantano.

Pero vos, ¿Por qué llorad por mi pecado,
Usted señor que de Dios es emisario?
Si voz creéis que Dios me ha perdonado,
Ponedme el crucifijo de un rosario.

Fue lo único que dijo,
Como breve murmullo de algún rezo,
El cura dio en ese momento
A la muerta en la frente, un dulce beso.

El cura se inclinó mientras decía,
Poniéndole a la muerta el crucifijo,
-Dios ha de perdonarte, Madre mía,
Y yo le voy a pedir, por ser tu Hijo

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