SINOPSIS:
Pocas veces un libro ostenta un título tan significativo y definitorio como La conciencia de Zeno. La historia de ese fumador empedernido y mujeriego recalcitrante que Italo Svevo legó a la literatura es soberbia y genial, a pesar de que hayan pasado casi cien años desde su elaboración. No hay duda de que el sibilino y sagaz narrador de la novela es una de las creaciones más complejas que se han dado, y la fascinación que ejerce permanece inmutable por más tiempo que transcurra.
La obra está narrada en primera persona por Zeno Cosini, un habitante de Trieste que comienza a poner por escrito episodios de su vida por consejo de su psicoanalista, que le trata para que abandone el vicio del tabaco. Aunque su narración empieza por referirse a sus inicios en el hábito de fumar, pronto su mirada va más allá y empieza a dejarnos entrar en su existencia: una vida de comerciante acomodado en Trieste, justo antes del estallido de la Primera Guerra Mundial. El punto de vista en primera persona, confesional y —aparentemente— sincero, consigue crear una atmósfera íntima que se gana al lector y le atrae hacia el protagonista. Sus escarceos con el tabaco, su amor por Ada Malfenti y la curiosa deriva que acabará por tomar, su relación con su cuñado Guido… todo ello está contado con profusión de detalles y parece indicar que Zeno, a pesar de algunos altibajos, disfruta de una vida aburguesada y feliz.
Sin embargo, la grandiosidad de Svevo sólo se aprecia cuando se escarba un poco para mirar bajo esa pulida superficie: Zeno, en verdad, no es tan noble como él mismo se muestra. No es que sea un personaje malvado, ni que cometa errores imperdonables; no obstante, su honradez y la opinión que tiene de sí mismo están muy lejos de ser reales. Pronto descubrimos que sus motivaciones no siempre son racionales, que se deja guiar por una suerte de fatum que le aboca a emprender acciones un tanto irresponsables o arriesgadas. Su amor por Ada y su matrimonio con la hermana de ésta, Augusta, son una muestra de su veleidad: el amor que cree tan fuerte no es tal, sino que se mezclan aspiraciones burguesas (ambas mujeres son hijas de su mentor comercial) y caprichos sexuales. Otro tanto ocurre cuando busca una amante, Carla, durante sus primeros años de casado: la pasión que confiesa sentir se relaciona más bien con un afán de sumisión, de poder; no es el amor o el deseo lo que le lleva lejos de su mujer, sino la ambición de dominar a otra persona.
Así, poco a poco vamos dándonos cuenta de que la realidad que Zeno percibe no es sólida; en otras palabras: la realidad se confronta con su percepción de la misma. El monólogo interior que Svevo construye (de excelente factura, aunque muy lejos de los experimentos que Virginia Woolf, James Joyce o Marcel Proust habían llevado a cabo) sirve como trampa para el lector, pero también para el mismo protagonista, ya que al poner por escrito sus pensamientos y recuerdos los sanciona como verdad absoluta, cuando no es así.
De ahí se puede inferir que, en cierta manera, para Zeno el pensamiento es más importante que la acción en sí. Como él mismo expresa: «[...] pienso que el remordimiento no nace de la incomodidad que una culpa ya cometida produce, sino de la contemplación de la propia culpable disposición a cometerla.» La interpretación que el protagonista hace de su existencia pasada cobra una realidad de la que, posiblemente, carecía; al lector le queda la duda de si Zeno ha contado las cosas tal y como ocurrieron o como a él le pareció (o le hubiera gustado) que ocurrieron. Una distinción que puede parecer banal, pero que pone de manifiesto la eterna dualidad entre ficción y realidad; algo que Svevo registra con una maestría fuera de lo común.
Pocas veces se podrá decir tanto y, al tiempo, tan poco sobre un libro. La mejor recomendación que se puede hacer es simple: léanlo; pocos placeres como éste habrán tenido ocasión de disfrutar.
Fuente: www.solodelibros.com
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